En pleno siglo XXI, la desigualdad entre sexos en el ámbito profesional ensombrece y lastra, sin duda alguna, el desarrollo social, económico y empresarial de cualquier país.
En el terreno laboral, el liderazgo femenino no tiene el papel que alcanza el masculino, y el momento actual, marcado por una pandemia global que ha puesto en jaque a todo el sistema, es propicio para impulsar, sin freno ni marcha atrás, el papel activo que por méritos propios les corresponde a las mujeres, tanto por nivel académico, como por experiencia y valía.
Instituciones y tejido empresarial, sector público e iniciativa privada, deben asumir un papel protagonista en esta cruzada. El ariete para derribar estereotipos y pilotar un cambio organizacional encaminado a fomentar una cultura inclusiva, con una mayor presencia y participación femenina. En su mano, luchar para conseguir una igualdad de género real, plena y efectiva en la faceta económica y laboral que permita a las mujeres catapultar sus carreras y crecer profesionalmente.
Pasos en la buena dirección
Según estimaciones del Foro Económico Mundial, aún hacen falta casi 100 años para conseguir la paridad entre hombres y mujeres. Si hablamos de cerrar la diferencia económica y salarial entre sexos, el intervalo temporal se dispara hasta los 257 años. Un plazo inadmisible que incita a tomar medidas urgentes de inmediato.
En los últimos años, la comunidad empresarial de nuestro país se ha sumado con gran fuerza al cambio social. Para ello, las compañías han apostado por transformar su cultura corporativa, incorporando criterios de RSC conscientes de que principios como la diversidad, la inclusión y la igualdad de género son pilares estratégicos que ayudan a mejorar las instituciones y potenciar su competitividad.
Sin embargo, a pesar de los importantes avances en este sentido, todavía queda mucho por hacer. Un largo camino por recorrer, en especial en lo que atañe a los puestos de mayor jerarquía y responsabilidad. Léase consejos de administración y alta dirección, por ejemplo, escenarios donde todavía prevalecen –a pesar de las recomendaciones de la CNMV- la brecha de género y el techo de cristal.
Sin lugar para el conformismo, el debate permanece abierto en el entorno corporativo, un espacio donde se reclama con insistencia una posición igualitaria para las mujeres, el reconocimiento que les concierne y la puesta en valor de su figura. Los logros obtenidos hasta la fecha no enmascaran la necesidad de imprimir un mayor impulso, por parte de todos, a este esfuerzo integrador. Solo de este modo se podrán dar los pasos en la dirección correcta.
Continuar sensibilizando sobre la importancia de empoderar a la mujer; borrar el género de las profesiones; favorecer su acceso a carreras técnicas y disciplinas académicas vinculadas a la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM); armar plantillas con presencia femenina en puestos de responsabilidad; acabar con la discriminación por motivos de género o promover la conciliación y corresponsabilidad son tan solo alguna de las medidas que pueden apuntalar esta demanda. Una vez implementadas, los buenos resultados, seguramente, no se harán esperar.
La presencia femenina, clave en la actividad empresarial
Nuestras empresas no pueden permitirse perder talento; las personas son el principal activo a proteger estando la capacidad de los empleados por encima de su género, por lo que el fomento de una cultura de empresa inclusiva es una cuestión estratégica y ha de integrarse como factor de competitividad.
Numerosos estudios ligados a la gestión empresarial concluyen que la diversidad de género adquiere un peso cada vez más relevante en el desempeño corporativo. En su informe ‘Women in Business: hacia un avance real’, la consultora de servicios profesionales Grant Thornton remarca la “clara correspondencia entre la diversidad en la alta dirección y los resultados empresariales”, subrayando que “disponer de un adecuado Plan de Igualdad en la empresa se correlaciona con mejores resultados reales”. En esta línea, la Organización Internacional del Trabajo concreta como “algunas iniciativas en torno a la diversidad de género, como la promoción de las mujeres a puestos directivos” se traducen, para un gran número de entidades, en “un incremento de entre el 5% y el 20% de sus beneficios”.
Por su parte, la firma de consultoría BLI Mindset apunta que su manera de dirigir equipos y personas, es mucho más relacional, inclusiva, empática y colaborativa, más cercana y menos jerarquizada, con mayor transparencia y predisposición al cambio. Todo un plus en las circunstancias actuales.
Desde el punto de vista de los impactos positivos para el conjunto de la organización, los planes de igualdad y la perspectiva de género en las empresas reportan grandes beneficios a las firmas que apuestan por una igualdad real y efectiva. Sin ir más lejos, este envite suele traducirse en un mejor ambiente laboral -responsable a su vez de un buen funcionamiento interno-, un aumento del compromiso, una percepción reputacional superior por parte de los clientes, proveedores, accionistas y el conjunto de la sociedad, junto a un incremento del rendimiento y de los resultados.
El movimiento como mejor se demuestra es andando, y dar visibilidad a los ejemplos de aquellas mujeres que ya desempeñan importantes responsabilidades en no menos importantes empresas, y en ocasiones en sectores considerados masculinos, es la mejor receta para romper con esas barreras visibles e invisibles, que no permiten aflorar el talento femenino en no pocas ocasiones.
A estas alturas, no hay duda de que la pluralidad, la igualdad y una representatividad más diversa y paritaria en cuestión de género son ingredientes determinantes para construir entornos laborales más justos y equitativos.
El apoyo y la promoción del pleno desarrollo de la mujer como empresaria, profesional o directiva, debe estar fuera de toda duda.