Como la ley de la gravedad, es casi imposible escaparse de una realidad: a largo plazo solo existe la productividad. Da igual que queramos hablar de salarios, de recaudación de impuestos, inversiones, exportaciones, ahorros... ¡futuro! Detrás del crecimiento económico está la productividad que logras con una hora de tu trabajo, con un euro que inviertes o con un kilovatio de la energía que usas... y nada más dispar que la productividad: entre personas, entre empresas, entre ciudades, entre países, entre tecnologías, entre sectores.
Si logras entender por qué la productividad es distinta entre todos estos factores, comprenderás la caja negra, a veces indescifrable, del progreso y la riqueza de un país (pero también de una persona). Y esa caja negra tiene muchos y diferentes ingredientes que se deben analizar con sumo cuidado.
Asturias se encuentra en una encrucijada. Por un lado, vivimos en una oleada de expectativas positivas y de esperanza, sobre todo tras romper la barrera psicológica de superar el Huerna a alta velocidad. Pero, por otro lado, esas expectativas aún no están ni en los datos, ni en la realidad: tenemos dificultades para competir como territorio, y también como empresas, dentro de España (y ya no digamos en Europa).
A nuestra pasión turística, la velocidad de la conectividad a grandes ciudades, la importancia de dotar a las mercancías de más y mejores posibilidades para moverse a menores costes; tenemos que superar la realidad de nuestra estructura económica (el motor que nos mueve).
Crecer y tener una musculatura, como mínimo, similar a las del resto de España es el mayor reto empresarial que tiene Asturias. Esta debilidad estructural tiene muchas consecuencias, y por eso debemos canalizar las expectativas, las inversiones y la gran oportunidad de trazar políticas de promoción de alto impacto a través de la competitividad y el tamaño empresarial.
Quizás hay quien cree que eso es una frase hecha, que no hay datos suficientemente sólidos o que no nos jugamos nuestro futuro si las empresas no crecen más y compiten en el mundo con más fortalezas ancladas en Asturias. Pero ante los datos hay pocas cosas que se pueden hacer.
¿Por qué el tamaño empresarial importa?
En España tan solo hay 1.080 empresas industriales con más de 250 empleados, es decir, grandes. Y 2.254 de servicios con ese tamaño.
La inmensa mayoría son pequeñas: existen 850 empresas con menos de 10 empleados por cada una de servicios con más de 250 empleados. Y 150 empresas industriales grandes por cada una con menos de 10 empleados.
Tras el tamaño está el valor añadido y la productividad
Un empleado en una empresa industrial de mayor tamaño genera 2,36 más valor añadido que una de menos de 10 empleados. No se compite igual si un empleado en una empresa genera 96.000 € de valor añadido y en la de al lado 41.000 €... en el mismo sector.
A más valor añadido, más salario: esa empresa industrial de mayor tamaño paga un salario un 64% superior a una pequeña. ¿Por qué? Porque la productividad es muy superior: su red de ventas es más global, su tecnología es más sólida, tiene más recursos para invertir en investigación, formación, exportaciones... A más tamaño, más capacidades que acaban haciendo que cuando una empresa grande da un paso una pequeña necesita dar dos para igualarla.
En los servicios esto es exactamente igual. Pero ojo con ‘desindustrializar’ Asturias, o perder el foco de nuestra riqueza. Cuando un empleado trabaja en una empresa industrial genera una media de 71.000 € de valor añadido al año, justo el doble que una empresa servicios.
Por eso nos debería de alegrar, por un lado, que, en proporción, somos unas de las Comunidades de mayor especialización industrial de España, y de mayor tamaño (sobre todo de empresas con más de 100 empleados). Y, a la vez, nos debería preocupar que hemos perdido el 30% de esas empresas industriales de mayor tamaño desde 2008.
Y cada vez que un empleado se pierde en la industria es como si se perdieran más de 2 en el resto de la economía, en contribución a nuestra riqueza.
Esto no quiere decir que los servicios no son una gran fuente de valor añadido: ¡lo son! Pero sobre todo aquellos que incorporan tecnología, conocimiento, logística, alta calidad... Aquellos servicios de más valor añadido y de mayor tamaño convergen a los niveles medios de la industria en la creación de riqueza.
Pero ¿y cómo se sabe que nuestro tamaño empresarial no es tan dinámico? Si acudimos al Registro Mercantil, por ejemplo, podemos conocer qué están haciendo las empresas por todo el territorio español. Y, por ejemplo, un dato muy interesante es saber qué está pasando con las ampliaciones de capital.
Las ampliaciones de capital (dinero que los socios invierten en las empresas ya constituidas) son un buen indicador de la fortaleza inversora en una empresa. Y los datos son, cuanto menos, interesantes:
- En el año 2023 se hicieron en España 29.848 ampliaciones de capital en las empresas. De ellas sólo el 1,13% (337) en Asturias.
- De todas las sociedades anónimas —que podemos asociar a las empresas más capitalizadas— el 1,3% de las que ampliaron capital lo hicieron en Asturias. Pero por un importe que sólo representa el 0,22% de todo España.
- En condiciones normales las empresas asturianas de mayor tamaño deberían ampliar 6 veces más capital por empresa de lo que lo están haciendo.
- Las sociedades limitadas, no solo representan el 1,1% de todo España en número de ampliaciones de capitales, sino que el capital ampliado es 88% inferior a la media, por empresa.
Cualquiera puede pensar todo esto se debe a un ‘efecto Madrid’. Madrid se está convirtiendo en un agujero de atracción de empresas, inversiones, empleo y riqueza (y cada vez más imparable). Y en cierto modo los datos lo confirman:
En Madrid se hacen 1 de cada 3 ampliaciones de capital de las empresas de España, pero captan el 60% de todo el capital invertido en el caso de las sociedades anónimas. Las empresas grandes no sólo van a Madrid, sino que re-invierten sus recursos allí.
¿Esto se debe al efecto Madrid?
No del todo. Si quitamos Madrid de todos los datos, aún Asturias ni siquiera tendría el 2% de las ampliaciones de capital del resto de España (sin Madrid), el capital invertido sería ridículamente bajo en proporción y las disparidades son muy elevadas.
Por lo tanto, no es que Asturias se haga más pequeña gracias a la potencia empresarial de territorios como Madrid, sino que se hace más pequeña incluso sin tener en cuenta Madrid.
Y aquí es donde tenemos el gran reto estratégico y de futuro de Asturias. Es crítico que toda aquella persona que quiera crear una empresa en Asturias, pueda hacerlo con las mejores garantías, seguridad y facilidades. Que toda empresa que trabaja en Asturias pueda crecer, hacerse fuerte, y que tenga el mejor entorno legal, social y económico posible para lograrlo. Que toda empresa que busque un lugar para invertir piense en Asturias como una oportunidad. Que la voz de las empresas se escuche en cada rincón donde se tomen decisiones críticas que afecten a su competitividad.
Que la sociedad reconozca el papel crítico que las empresas tienen para crear riqueza, empleo y financiar nuestro Estado de Bienestar. Tenemos empresarios y empresarias con mucho talento, pero para ello tienen que hacerse fuertes, porque es crítico para resistir, para invertir en talento, para vender fuera, para tener mayor innovación.
Una Asturias que compite, con sus empresas y el mejor de talento de su gente, es la única llave que abre las puertas del futuro. No hay otra.